domingo, 8 de mayo de 2011

¿PUEDO LLAMARTE DE TÚ?...


Eres, Señor de Pasión, la última esperanza de quienes han llenado
su vida de sueños fugitivos. Están ahí, a la vuelta de la esquina,
viven en esos sitios en los que la realidad está en guerra con los
pájaros. Para ellos Dios es poco más que una mano con dedos
nudosos. Son, Señor, esos hijos tuyos desechables y miserables a
los que ojos egoístas recriminan la existencia desde cualquier
ventana. Son paridos día a día a la intemperie, fantasmas de países
desangrados que jamás son invitados a la gran fiesta de la
humanidad. No van a verte. Suele ser gente de pocas cosas y mal
explicadas. Hay tipos a los que comulgar les da acidez. A otros les
duelen los dientes al rezar. Pero son hijos también de tu Pasión, de
esa palabra tuya que habla de amor. Pero ¿qué mayor amor hay
hoy que la justicia? ¿Dónde está, Señor, la justicia que esperan los
que mueren por llegar al norte, los ahogados de cansancio, los que
no tienen ni padre, ni madre, ni patria, ni casa, ni silla para
sentarse, los que no tienen familia, los que no tienen ni tumba?. Si
levantamos la piel al mar, veremos a muchos de ellos allá abajo.
Cuando la soledad se queda a vivir de madrugada en los
semáforos, cuando se hace el silencio en el rostro demudado del
miedo, cuando los fantasmas siguen el camino que les lleva a donde
no hay ciudad, cuando los puños robustos de la pena apalean a los
indefensos, es cuando más necesario eres.












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